Monday, May 26, 2008

Esa rara atracción de sentarse a la mesa con desconocidos

lunes 26 de mayo, 3:00 AM

La conversación es animada. La comida, casera. Y el ambiente, el living de un departamento en Barrio Norte donde doce comensales disfrutan de un menú poco ortodoxo: sentarse a la mesa con desconocidos sin que haya nada ni nadie que los vincule. Sólo los reúne el deseo de compartir una experiencia atípica, diferente.

No es lo más habitual. En realidad, es casi una rareza. Pero de a poco, entre las nuevas propuestas gastronómicas que surgen en Buenos Aires, está ganado adeptos compartir mesa con extraños. Perfectos desconocidos que, con el correr de la velada, pueden convertirse en buenos compañeros de copas más entrada la noche.

"Tu mesa es mi mesa" podría ser el nombre elegido para llamar a esta tendencia que es bastante habitual en las grandes ciudades de Europa, como París y Roma. Allí, completar el lugar vacío en una mesa ya ocupada está dentro de las reglas de los reductos gastronómicos, no importa su categoría.

En Buenos Aires, esto es un poco más extraño y mucho menos improvisado, ya que los que van a este tipo de lugares saben perfectamente con qué se van a encontrar. Al menos eso es lo que intenta explicar Dan Perlman, propietario de Casa Salt Shaker, cuando arma la mesa de los viernes y los sábados en el living de su casa, que rápidamente transforma en un restaurante de cocina de autor y ambiente casual.

"Empezamos en 2006 con una cena con amigos y amigos de los amigos. Con el boca a boca, comenzó a crecer la cantidad de gente que viene -cuenta Perlman, que además de anfitrión es el encargado de preparar los platos-. Como al principio sólo teníamos una mesa para hasta ocho comensales, empezamos a pedir que la compartieran. Más tarde sumamos una para cuatro personas. Pero a la gente, en general, le gusta la idea de compartir mesa y conocer nuevos amigos."

El menú, que se publica con antelación en la página web de Casa Salt Shaker, ( www.casasaltshaker.com ), es un buen tema de conversación entre los desconocidos comensales. En general, Perlman se inspira en la fecha en la que se sirve para armarlo. Hace algunos días fue el turno de platos típicos del noreste de España para homenajear el día de las letras gallegas.

El costo del menú es de 75 pesos (incluye el menú de cinco platos, agua mineral y café o té). El vino (una degustación de copas, una distinta para cada plato) cuesta $ 30 más, aunque cada comensal puede llevar su propia botella o pedir con anterioridad que le sirvan cerveza o gaseosa.

Aunque el clima suele ser informal y distendido, no siempre todo sale como lo planeado: "Algunas veces alguien vino que no entendió la propuesta porque no leyó mi e-mail o nuestro sitio web para entender, y después me comentan que no era la onda para ellos. Pero, salvo tres o cuatro personas, al resto les gustó mucho", aseguró Perlman, que aunque no se mete en las conversaciones de sus comensales, algunas veces que notó el ambiente algo frío intervino y ofreció, por ejemplo, cambiar de lugares como "en el juego de las sillas".

Vicios compartidos

En los restaurantes de San Telmo y Las Cañitas, las mesas colectivas prosperan gracias a un vicio compartido: el cigarrillo.

"Al principio había mesas para dos, pero como vimos que la gente interactuaba pusimos mesas grandes, para 8 o 10 comensales. Incluso estamos estudiando la posibilidad de que haya estas mesas adentro", contó Mario, uno de los propietarios de un restó que, como está a punto de cambiar su imagen y cocina, prefiere no develar el nuevo nombre.

Otra propuesta

Compartir mesa es una modalidad que también se aplica en Club Modena, en las fiestas que la organizadora de eventos Sonia Malamut planea los fines de semana. El menú de 70 pesos, que incluye comida y bebida, permite el acceso a la disco, donde los extraños pueden transformarse en conocidos.

"Empecé viendo que la gente chateaba demasiado en Internet y decidí empezar con estas fiestas. Me interesa que la gente se conozca frente a frente, por eso hacemos hincapié en lo de lo virtual a lo real."

Para conocerse, Malamut pensó que lo mejor sería compartir una mesa y una rica cena. "La comida es un vehículo socializador importante. Esto no es un solos y solas: la gente busca conocer otras personas por motivos profesionales, amorosos o de negocios. Son personas que quieren vincularse con otras y que están dispuestas a ampliar su círculo de amistades", señaló.

En este caso, y sólo por una cuestión de afinidad, Malamut sienta a sus "invitados" por edad, aunque muchas veces el orden se rompe y los extraños buscan entablar conversación con otros ilustres desconocidos que adhieren al lema "tu mesa es mi mesa".

Por Laura Reina
De la Redacción de LA NACION